lunes, 22 de junio de 2009

Se puede ser feliz, o se puede saber

Hace poco les conté que a veces elijo leer un libro con el único criterio de si me atrae su primer frase. Pues bien, hace un rato leí una primera frase que me dejó lelo. Algunas frases e ideas tienen ese efecto, ¿vieron?: cuando por primera vez se te presentan a la conciencia es como si te pegaran una trompada. (¿esas serán las famosas "ideas fuerza"?).

Se trata de las primeras oraciones de la novela "La interpretación del asesinato", de Jed Rubenfeld, que ya mismo me pongo a leer (después les cuento si resultó buena o si es una bazofia).

Comienza así:

"No hay misterio en la felicidad.
Los hombres infelices son todos parecidos. Alguna herida de hace mucho tiempo, algún deseo denegado, algún golpe al orgullo, algún incipiente destello de amor sofocado por el desdén -o, peor aún, por la indiferencia-, se aferra a ellos, o ellos a lo que les hizo daño, y así viven cada día en un sudario de ayeres. El hombre feliz no mira hacia atrás. Vive en el presente.
Y ahí está el problema. El presente nunca puede darnos una cosa: sentido. Los caminos de la felicidad y del sentido no son los mismos. Para encontrar la felicidad, un hombre sólo necesita vivir en el instante; sólo necesita vivir para el instante. Pero si quiere sentido -el sentido de sus sueños, de sus secretos, de su vida-, deberá rehabitar el pasado, por oscuro que fuere, y vivir para el futuro, por incierto que sea. Así, la naturaleza pone a bailar delante de nuestros ojos la felicidad y el sentido, y se limita a urgirnos a que elijamos una de las dos cosas".

Actualización 8/09/2009:

Terminé de leer la novela. La verdad que me gustó. Es un policial entretenido y bien escrito. El autor imagina lo que podría haber pasado si en septiembre de 1909 el alcalde de Nueva York, frente a un muy misterioso caso policial, le hubiese pedido colaboración a Sigmund Freud (que por aquellas fechas había viajado a Norteamérica a dar unas conferencias). Y así se lo ve a Sigmund durante toda la obra aplicando sus teorías a los sospechosos y testigos del caso. Tiene su gracia y no deja de ser ilustrativo. La arquitectura y sociedad de Nueva York están amena y detalladamente descriptas. También aparecen en la novela otros personajes históricos cercanos a Freud por aquél entonces, como Carl Jung y  Sandor Ferenczi. 

3 comentarios:

Hercules dijo...

A medida que se va el efecto de la trompada, empiezo a razonar sobre la idea de esa idea en las primeras frases de "La interpretación del asesinato"; ¡y ya la problematizo!
Lo que me atrajo fue la idea de que, por la naturaleza de las cosas (del "ser hombre en el mundo", digamos) (poniendome heideggariano) (y también del "estar arrojados en la existiencia" -poniendome kierkegaardiano-), no es posible ser plenamente feliz y a la vez conocer el sentido de las cosas (y de nosotros mismos). Porque para conocer eso requiere medios que nos hacen infelices, como dice el texto. Y porque para conocer eso hay que abandonar las plácidas aguas del presente. (Digresión: ahora que lo pienso, sólo Dios es perfectamente feliz, porque conoce el sentido de todas las cosas sin abandonar el presente, ya que Él es puro "acto" -en términos aristotélicos-; para Él no hay tiempo). Además, en cuanto somos conscientes -poco o mucho- del sentido de nuestra existencia, nos damos cuenta de lo mucho o poco que nos hemos desviado del camino, y eso no puede más que hacernos miserables.
Concluyendo: para ser feliz hay que ser, en cierto modo, "inconsciente" de muchas cosas (yo debo ser muy feliz, porque muchas veces gente -en general bastante enfurecida- me ha gritado "¡inconsciente!" -como cuando cruzo la calle sin mirar leyendo un libro, pasmado por su primer frase-).

Por eso hay una afirmación de Rubenfeld con la que no concuerdo: "Los hombres infelices son todos parecidos". Por el contrario, tiene razón Dostoyevski (a quien Rubenfeld claramente brinda homenaje): la gente infeliz es siempre distinta, lo es cada uno a su modo.

Capitán sin Regimiento dijo...

¡Pero qué son todas esas paparruchadas filosóficas?!

Hercules dijo...

Sólo ocurrencias.
La postura del Capitán me recuerda lo que decía una ex novia, respecto a que los filósofos son unos pelotudos que pierden el tiempo elucubrando cosas sin sentido en lugar de estar abrazando a sus esposas.