lunes, 23 de enero de 2012

El buen uso de las malas palabras

Por Vicente Battista


En el Congreso de la Lengua que se celebró en Rosario, en noviembre de 2004, Roberto Fontanarrosa, con profundo humor y enorme sabiduría, reclamó un indulto para las malas palabras. “Cuidemos de ellas, integrémoslas al lenguaje —pidió—, porque las vamos a necesitar”. El sólo hecho de defenderlas implica considerarlas culpables. ¿Pero culpables de qué? ¿De ir en contra del buen decir y del mejor hablar? En literatura no hay ni malas ni buenas palabras, sólo hay palabras bien utilizadas y palabras mal utilizadas.

Leí a Salgari con devoción y alegría, durante tardes enteras acompañé a Sandokán en muchas de sus aventuras y participé en más de un abordaje, pero nunca acepté su modo de insultar. “Voto a bríos”, gritaba el pirata, y por más que la frase estuviese rodeaba por signos de admiración, no parecía digna del Tigre de la Malasia. Era un insulto tenue, delicado, imposible de aceptar de alguien al que consideraban el terror de las costas de Borneo. Tal vez Salgari lo había escrito de otro modo y esa levedad era obra de los traductores o de los editores. Unos y otros con el propósito de evitar voces groseras, son responsables de más de un disparate.
Un ejemplo emblemático puede ser Dante Alighieri y su “Divina Comedia”. Los primeros traductores al castellano tropezaron con un problema parecido. En el Canto XVIII, del Infierno se lee: “vidi un col capo sì di merda lordo, / che non parëa s’era laico o cherco.” Manuel Aranda Sanjuán, en 1868 y en prosa, lo anota así: “vi uno con la cabeza tan sucia de excremento, que no podía saber si era clérigo o seglar.” Cuatro años después, Cayetano Rossel, también en prosa reemplaza “excremento” por “inmundicia” y traduce: “vi uno con la cabeza tan cubierta de inmundicia, que no se conocía si era seglar o clérigo”. En 1879 Juan de la Pezuela elige traducirlo en endecasílabos rimados y se arriesga un poco: “uno hallé con el cráneo tan merdoso, / que ¿quién si era o no clérigo diría?” En 1893, Bartolomé Mitre también opta por los endecasílabos rimados pero, como Aranda Sanjuán, guarda las formas; transcribe: “uno de ellos, que clérigo barrunto,/ con excremento su cabeza inunda”. Hubo que esperar hasta 1973 para leer los versos tal como el Dante los había escrito. Angel Crespo traduce: “vi a uno con tanta mierda en la cabeza / que ni laico ni fraile parecía”.

En el canto XXI, el Dante escribió: “Per l’argine sinistro volta dienno; / ma prima avea ciascun la lingua stretta / coi denti, verso lor duca, per cenno; / ed elli avea del cul fatto trombetta.” Siempre celoso del buen decir, Aranda Sanjuán, traduce: “se había mordido la lengua en señal de inteligencia con su jefe, y éste se sirvió de su ano a guisa de trompeta”. Rossel, algo más fino, opta por: “mordiéndose la lengua con los dientes, y él, a falta de trompeta, imitó su son con el orificio”. Juan de la Pezuela mantiene ese buen tino: “le hacen al cabo; el cual la marcha abría, usando del de atrás como trompeta”. En cambio, Mitre se atreve, traduce: “un apretón de lengua con los dientes, / y el jefe de su culo hizo trompeta”. Y finalmente, Crespo no duda: “antes de andar hicieron a su guía, / y él usó el culo a modo de trompeta”.

Dicen que comenzó a componer la “Divina Comedia” a comienzos de 1300. Entonces conjeturó un recorrido por el infierno, el purgatorio y el paraíso, pero seguramente en su vasta imaginación no llegó a imaginar a América. Aún faltaba un siglo y medio para que los europeos se enteraran que del otro lado del océano había otro continente. No pudo haber imaginado que en un joven país al sur de ese continente, su verso “ed elli avea cul fatto trombetta”, uno de los 14.230 de su vasto poema, se iba a convertir en un giro popular: “Hacer de su culo un pito”. O tal vez sí, tal vez lo imaginó, y hoy desde su inmortalidad se ríe a mandíbula batiente del buen uso que supieron hacer de sus malas palabras.En la lengua del Dante hay otras formas, más educadas y afables, de decir mierda y culo. Sin embargo, Dante escribió merda y cul. En pos de la supuesta buena palabra, sus primeros traductores a nuestra lengua ignoraron las malas palabras que había elegido el poeta.

Fuente: Telam.

No hay comentarios: