domingo, 6 de noviembre de 2011

Literatura y sentido del humor

Hoy me encontré por internet con un artículo del escritor catalán Kiko Amat que tiene por base una idea que en este "Bloc" (Feinmann dixit) es alfa y omega: el sentido del humor, y muy especialmente el sentido del humor sobre uno mismo, es una cualidad que enriquece la vida del homo sapiens. La tesis central de Amat es que las obras más grandes de la literatura son obras humorísticas.
El artículo se publicó en "La Vanguardia" el 12/01/2011 y llevó por título "Literatura de risa". Es un texto muy largo para un post, por lo que debajo les copio las partes que más me han interesado (las supresiones se señalan con puntos suspensivos entre corchetes).

P.D.: Lo único que no me gustó es que el estilo del artículo tiene una impronta muy agresiva con los que piensan distinto. Le falta, además, aquello que predica: sentido del humor. Pero su idea no deja de parecerme muy atractiva.

Hace poco estaba yo en el ascensor de mi bloque, simulando ser una persona como las demás y entablando conversación pueril con una vecina (trato de evitar que los convecinos me visualicen como al escritor loco de 'El resplandor', hacha en ristre camino de sus aposentos), cuando esa cháchara inane declinó hacia el tema de las guarderías. Mi hijo ha entrado, el suyo no, bla-bla, proyecto pedagógico, bli-blu (¿Dios, podrá morirse uno de aburrimiento?), y de repente mi boca –sin consultar antes con mi cerebro– tuvo a bien espetarle a la vecina: “En la guardería pública que queríamos, uno sólo entra si el niño es celíaco, disléxico, leproso y tuberculoso. Así que estamos pensando en mutilar al nuestro”. Mi vecina, al escuchar esto, se quedó lívida, la tez cenicienta y la boca hecha parking, y sólo alcanzó a balbucear un “pero... pero... pero... mutilar, no, hombre”, mientras un extremo de su labio superior traqueteaba como un toldo de caravana al viento. Y sólo respiró aliviada cuando yo, igualmente boquiabierto, caí en que la mujer no había reparado en el acento humorístico y le espeté: “Es broma, señora”.

Y entonces, la lacerante verdad de lo que había sucedido impactó en mi frente con la fuerza de cien menhires. Porque uno da por hecho la existencia del sentido del humor, pero lo cierto es que mucha gente carece de él. [...]

Humor 4 - Terror 0

Porque, de hecho, el humor es lo contrario del Mal: el humor es el antídoto contra el horror, la ignorancia y la barbarie. Nada desactiva en mayor medida al maligno que la risa en su cara. Porque la risa, señores, tiene poder, y disculpen si me pongo rumbero. El humor es un arma, y por ello tantos literatos y satiristas lo han utilizado en su obra. Asimismo, nada les interesa más a los 'serios de la pipa' (como los llamaba Francisco Casavella) que arrancar el humorismo a los clásicos: la Alta Literatura se cimenta en gravedad, reverencia y estatuesca circunspección. Para ellos, el humor es una bobada insustancial, una necedad antiartística, un chascarrillo de taberna: el verdadero arte es trágico, solemne, épico, o simplemente no es. Traten de entenderles: si empezaran a admitir que Shakespeare es esencialmente un escritor humorístico (hay que tomar incluso Hamlet como un sainete irónico, grotescamente excesivo) o que Kafka era uno de los mayores autores cómicos del siglo XX, ¿quién sabe qué tendrían que terminar admitiendo? ¿Que el humor es, de hecho, pieza angular de la literatura más importante desde el 1605? No, como argumentaba Casavella, a los 'serios de la pipa' les interesaba convertir a Kafka en “una especie de pseudomístico amargado, es decir, en ellos mismos”. El humor no conviene. El humor no interesa. Los grandes escritores no son humorísticos y, en caso de serlo, es esencial lobotomizar su lectura para extirpar cualquier asomo de humor. La visión de la Alta Cultura es una visión franciscana: reír es de lelos, reír deforma las facciones, reír no es santo.

Pero un rápido vistazo a los cúlmenes de la palabra escrita nos demuestra lo contrario: son humorísticos Quevedo, Cervantes, Larra, toda la picaresca, los satíricos ingleses o americanos (Defoe, Swift, Twain...), Lewis Carroll, Oscar Wilde... De hecho, si uno excava en los cimientos de la literatura británica, cae en la cuenta de que todos los autores clásicos comparten un poso de ironía y sátira; incluso aquellos que se ha intentado sepultar en el Mausoleo de Autores Severísimos: Samuel Pepys, Horace Walpole, Coleridge, Samuel Butler... Pero admitir esto sería, ya dijimos, fatal. Por ello, en el canon literario, las obras que hacen reír y divierten son consideradas menores, y los tochos son los Libros de Veras. Por ello 'Decadencia y caída', de Evelyn Waugh, se toma como una obra inferior a 'Retorno a Brideshead', pese a que la primera es una obra maestra de la causticidad y el humor fatalista, y la segunda una plúmbea saga de nobles abufandados con dudas. Por ello Martin Amis, esa alma en pena encadenada a la búsqueda del reconocimiento académico, no descansó hasta abandonar por completo el humor tierno de 'El diario de Rachel' o la risa asilvestrada de 'Dinero', y no se le consideró un autor importante hasta que empezó a firmar libros que versaban sobre Stalin, el holocausto, o vaya usted a saber qué nuevo tema cenizo.

[...]

Los tontos que ríen
Los tontos no ríen. Se trata, de hecho, de todo lo contrario: el humor es el más definitorio signo de una inteligencia cristalina, de una clarividencia intensamente humana, de una palpable ausencia de miedo. La risa salta por encima del terror, domeña la angustia, nos eleva, nos blinda y a la vez nos hace cercanos. La risa es uno de los mejores vehículos de la empatía; el humor, la más certera manera de efectuar protesta, o comentario político, de transmitir un mensaje profundo, de hacerlo memorable y arrancarle de cuajo la gravedad académica, la corrección política, el nihilismo. [...]

A la sazón, uno de los mayores elogios que, en el Reino Unido y Norteamérica, pueden dedicársele a una novela es 'funny'. Cuando un libro es 'sad and funny' es que ya ha alcanzado el morrocotudo cenit: triste y divertido, como la vida misma. Aquí no: en nuestro país se pretende que únicamente lo gravoso y tupido es la esencia de la vida, que el que se atreve a reír es una acémila que no ha entendido nada de cómo funciona en realidad el mundo, y que el auténtico arte es el que se expone con esa cara de tener a alguien bailando jotas sobre nuestro juanete. [...] Según los marmóreos especialistas de la vieja guardia, los autores que hacen reír son poco más que payasos tirapedos, productores insignificantes de literatura de WC y que, encima, se permiten tener fans que no sólo no son otros literatos, sino gente normal como usted, yo y la vecina del quinto (no la mía; es un decir).

[...]

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