martes, 30 de agosto de 2011

La limpieza del hogar y la segunda ley de la termodinámica

"Si lo que quieres es vivir cien años:
¡No vivas como vivo yo!"

Joaquín SABINA, “Pastillas para no soñar”


Mi casa es un quilombo. Los invitados me miran con menosprecio al entrar. Y alivio al salir. Dicen que no limpio porque soy un vago; que no quiero aprovechar todos los maravillosos artilugios que la tecnología moderna nos pone a mano para mantener impoluto el hogar (no me lo dicen en la cara; pero lo sé porque me duelen las orejas). Bueno, ¡me cansé de que me traten de sucio! ¿Me hablan de tecnología? Bien, les voy a hablar un poco de ciencia. Al fin y al cabo, como dijo Juani, la tecnología es el “conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico”. No puede haber tecnología sin ciencia.

Así que aquí va la explicación científica sobre por qué no limpio la casa:

Suele estar bien visto mantener la casa limpia. Las amas de casa consideran la limpieza del hogar como uno de sus deberes fundamentales. Conozco gente que se la pasa barriendo, plumereando y franeleando a diario cada rincón de su departamento.

Todo muy bonito.

El problema se presenta cuando uno tiene que realizar también algún otro tipo de actividad en su vida; por ejemplo, trabajar, estudiar, coquetear, tomar cerveza con los amigos, leer novelas policiales, limarse las uñas, acicalarse, plancharse el pelo, ir al gimnasio, llamar a su madre, hacer la cena, leer el diario, llevar los chicos a la escuela, enseñarles a ser buenas personas, etc.

La cuestión es que uno no tiene tiempo ni energía para hacer todo. El intríngulis se aclara en cuanto se comprende cómo funciona la segunda ley de la termodinámica formulada por Clausius en 1850.

La forma en que Clausius la expresó es muy compleja, por lo que en esta nota la enunciaré a mi manera y simplificando lo más posible. Así pues, aquí la tienen (¡chan chan chan!):

 

"En todo sistema de materia y energía,

la energía tiende siempre a equilibrarse"

 

Lo que implica que:
 

"En todo sistema la entropía tiende siempre a aumentar"

“Entropía” no es el nombre de una tía vieja sino de la energía que se diluye en el sistema. Esta energía se distribuye entre la materia circundante y no es posible volver a reunirla. O, dicho de otro modo, volver a reunir esa cantidad de energía requeriría un procedimiento que gastaría cantidades mucho mayores de energía.

Veamos: si en una bañera mezclamos 2 litros de agua fría y 2 litros de agua caliente, parte de la energía calórica que hay en los 2 litros de agua caliente se trasladará irreversiblemente a los 2 litros de agua fría, con lo que tendremos 4 litros de agua tibia. Nunca podremos lograr que la poca energía que hay –manteniendo unidas las moléculas de agua- en los 2 litros de agua fría se traslade a los 2 litros de agua caliente para que sea más caliente, ni tampoco que la energía que hay en los 2 litros de agua caliente se quede allí, toda ordenadita y fija. La Naturaleza tiende al equilibrio, irremediablemente. Y si quisiésemos calentar el agua poniéndola sobre un fuego, terminaríamos diluyendo la energía calórica que había en los leños. De modo que, como se ve, no hay forma de recuperar la energía perdida sin diluir todavía más energía del sistema.

Visto desde el punto de vista del Ama de Casa, podría pensarse que la entropía es la magnitud del desorden o suciedad. Pero visto desde el punto de vista de la Naturaleza, la entropía es el orden; un orden no humano, claro, pero un orden al fin. Por ejemplo, pensemos en el polvo. El polvo ingresa cotidianamente a nuestro hogar por puertas y ventanas y se va depositando sobre los muebles y el piso. Luego de una semana forma una sutil pero significativa capa de "suciedad". Esa capa de polvo que para el dueño de la casa puede ser "suciedad", para la Naturaleza es "equilibrio". Es "un" orden.

Y aquí viene la segunda cuestión con la que hay que enfrentarse:

Como en la Naturaleza la entropía tiende a aumentar, si uno quiere que su casa esté limpia tiene que combatir a las fuerzas de la Naturaleza, tiene que combatir la entropía. Ahora bien, la energía de uno es limitada y la energía que se pierde por la entropía es ilimitada y constante. De modo que para combatir la entropía tendríamos que usar una cantidad de energía demasiado grande, que nos consumiría todas nuestras fuerzas, que, como quedó dicho, necesitamos para hacer otras cosas (trabajar, estudiar, etc.). Con lo que queda demostrado que no tiene sentido ponerse a limpiar (y que siempre habrá trabajo para las "señoras de limpieza por horas", plomeros, gasistas, albañiles, y demás personal de mantenimiento, dado que por la entropía todas las cosas tienen a ensuciarse, desgastarse y romperse).


Ahora bien, se podría objetar que la casa es un sistema aislado y que puede calcularse con exactitud cuanta energía es necesaria para combatir la entropía de un sistema aislado (por ejemplo, la energía de una persona limpiando cuatro horas por día). Pero como tu casa es parte a su vez de un sistema más grande, una ciudad, y tu ciudad es parte de un sistema a su vez más grande, tu país, y tu país es parte también de un sistema más grande, nuestro planeta, y nuestro planeta es parte a su vez de un sistema más grande, nuestra galaxia, la "vía láctea", y la "vía láctea" es parte a su vez de un sistema más grande: el Universo (y aquí se termina, pues el Universo no es parte de ningún sistema mayor); y está demostrado por la segunda ley de la termodinámica que la entropía del Universo va a seguir aumentando irreversiblemente hasta llegar a un completo equilibro de energía, con lo cual todas las estrellas van a estar muertas y todo el Universo tendrá la misma temperatura y por ello no va a ser posible la vida, y eso es inevitable (debido a la mencionada segunda ley); por tanto: no tiene ningún sentido ponerse a limpiar y ordenar la casa. ¡Que es a donde quería llegar!


Y no me vengan con que la tecnología nos ha dado la plancha, el lavarropas y la aspiradora. Porque en todos esos aparatos hay que gastar energía usándolos.

La tecnología no es deslumbrante de por sí; su maravilla depende más bien de la subjetividad de la persona que la utiliza. Lo que me recuerda a mi abuela Ester, que cuándo yo le trataba de explicar lo fantástica que era una computadora, me contestaba sarcásticamente: “Ese aparato no sirve para nada. ¡¿Qué?! ¿!Te lava, te plancha!?”.

 

No hay comentarios: